Nuestro primer objetivo es conseguir que el cliente salga con la absoluta tranquilidad de que su problemática será resuelta correctamente, después de valorar las posibles opciones. Esto lo conseguimos a partir de preguntas hechas al cliente. Por ejemplo, ¿que ha provocado la avería? ¿cuantas veces ha ocurrido algo similar? ¿ha pensado en que aquella pieza o máquina puede mejorarse a partir de ciertos cambios? etc. También es muy importante que el cliente manifieste si su interés pasa por una simple reparación para salir al paso, o si desea una solución más definitiva.
En función a sus respuestas pasamos al estudio meticuloso del proyecto para presentar diferentes propuestas técnicas y presupuestos. A partir de su aprobación, en un sentido u otro, se pasa a la acción. El cliente sabe que su encargo será tratado con la máxima atención y finalizará con el resultado previsto. Se trata de conseguir siempre clientes satisfechos, de tal manera que en el futuro, sigan confiando en nosotros. Esta forma de actuar viene determinada por la experiencia acumulada durante años. Podríamos citar algunas anécdotas que nos han llevado a una recogida de información exhaustiva antes de realizar un encargo, ya que en ocasiones, a falta de algún dato, la calidad del resultado final puede no satisfacer las perspectivas del cliente o superar en mucho, la de la pieza original, averiada o rota. Superar las expectativas es correcto, si fuera el trato, pero... veamos... la siguiente historia resumida, con un final casi de chiste:
En una ocasión nos visitó un cliente de hace muchos años, con la necesidad de que le hiciéramos un eje igual que el que nos traia roto, construido en hierro común. Como valor añadido, se lo mejoramos haciéndolo en material de acero especial, con un determinado tratamiento térmico. Al cabo de unos 5 meses vuelve: "Se ha roto el eje que me hicisteis". Con nuestro interés en no defraudar al cliente, le hicimos otro nuevo, sin cargo. Pasan otros 5 meses y... ¡vaya! ¡se ha vuelto a romper! Era una situación comprometida y que ponía a prueba nuestra capacidad resolutiva. Hicimos otro y claro, también sin cargo. No se trataba de ganar dinero, sino de dar una solución. ¿Donde estaba el problema? Mecman no podía permitirse una situación como aquella.
Un día, estando en la empresa del cliente tratando otros temas, por casualidad, salió el comentario con uno de sus operarios: "¡Hombre! Aquellos ejes que nos suministrásteis, ahora por lo menos duran 5 mese", y añadió que antes los tenían que cambiar cada 5 o 6 semanas. Después de mirarnos perplejos, conversamos con el cliente y éste decidió que revisásemos la maquina para encontrar el problema: Se trataba de una maquina MAL DIMENSIONADA.
Mecman solucionó el problema adecuando la maquina al esfuerzo que debía de realizar. Todo quedó en una anécdota de la cual todos aprendimos. Con aquel cliente seguimos manteniendo una cordial relación profesional. Esta claro que antes de hacer el primer eje faltaba una pregunta con la cual, seguramente, se hubiera evitado aquel malentendido.
Esta historia pone de manifiesto lo importante que es tener un amplio conocimiento, no solo de lo que desea el cliente, sino también de lo que puede resultar más adecuado para una pieza o una máquina. Sin duda situaciones parecidas a esta forman parte del bagaje de una empresa. En Mecman, desde hace ya varios años, no nos limitamos únicamente a cumplir con los encargos sin más, sino que además nos dedicamos a estudiar cómo una máquina se puede mejorar para conseguir que tenga menos averías, o menor desgaste de piezas. Nos involucramos en la problemática del cliente e intentamos encontrar formulas técnicas que evitan las paradas por problemas, en ocasiones absurdos, provocados por incidencias de fácil solución. Mecman dispone de suficientes recursos humanos y técnicos, no sólo propios, sino de excelentes empresas colaboradoras, capaces de resolver en poco tiempo y a un precio razonable cualquier problemática.